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¡No, no lamento hablarte de esto, al contrario!

Cada vez más personas se unen a romper el silencio del abuso sexual infantil. Gracias a Oscar Espinosa Villareal por este artículo sobre el trabajo de La Casa Mandarina AC.

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Mi querido lector, si te preguntas de dónde viene el título de esta colaboración, obedece a que cuando decidí tratar este crudo tema, había pensado iniciar disculpándome con mis leyentes por hacerles pasar un mal rato. Pero en una segunda consideración rectifiqué, pues creo que este tema y otros igual de brutales, los debemos ventilar abiertamente, para que todos tomemos conciencia de ellos y hagamos algo sin dilación alguna.


Cuesta trabajo aceptar que la maldad humana pueda llegar a tal grado y se manifieste tan recurrente y comúnmente. Difícilmente podríamos imaginar una peor forma de vileza que la que analizaremos en el curso de esta colaboración.


Mora Fernández es una chava de ésas que, para nuestra fortuna como sociedad, existen. Verdaderas guerreras que han hecho de la lucha por una causa, su sentido y una buena parte de su razón de vivir. La vida tiene en ocasiones extraños caminos para comprometernos con algo, haciendo a veces de la adversidad, el vehículo para concientizarnos y ocuparnos en vez de sólo preocuparnos por algo. A mí y a mis hermanos, por ejemplo, el Alzheimer de mi padre nos puso a trabajar ya por casi 25 años en la atención de miles de enfermos y sus familias.


A Morita le fue peor. La desventura de la vida la maltrató cruelmente a una edad muy temprana y la siguió lastimando al paso de los años, hasta que fue capaz de superarlo en una forma admirable. La hermosa y querida Mora es una sobreviviente del abuso sexual infantil, en una forma cuyo patrón lamentablemente se presenta cotidianamente en la sociedad mexicana, llegando a ocupar (México) el primer lugar en abuso sexual y pornografía infantil, según estadísticas de la OCDE y la ONU.

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